En los
ayeres de mi memoria,
cuando el
sol calentaba todos los días mi piel,
y antes de
que me arrastrara la lluvia torrencial,
me soñé sin
laberintos, sin pozos negros, sin hiel.
¡Regresad expectantes
sueños de vigilia!
Volved a coronar mis pensamientos.
Yo os acunaré con entrega y paciencia
en el mismo lecho que mis tormentos.
¡Insuflad en ellos la dicha de la inocencia!
Con vosotros palidecerá mi negrura.
Del sol sentiré de nuevo la caricia.
Me soñaré con floridos jardines en una vasta llanura,
en el mañana de mi memoria.
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