Loli, cabizbaja, levantó la persiana metálica de su pequeña
mercería. Desde que seis meses atrás, Luisa, la chica de la frutería de al
lado, le mostró la noticia en el periódico, todo había cambiado. “No volverá”
le dijeron todos. Pero ella, aún tenía esperanza. Él se lo prometió; le repitió
innumerables veces que ella era su razón de ser, que la necesitaba, que siempre
estaría a su lado; incluso la besó.
De una pequeña cajita que guardaba debajo del mostrador,
Loli sacó una manoseada fotografía y releyó la dedicatoria: “Querida amiga, vota
a Eugenio Dávila, tu próximo alcalde”.
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