MICRORRELATO CASI TERRORÍFICO
El lunes, Catalina se levantó tarde y malhumorada. “Bye, bye week-end”, bufó frunciendo
el ceño. Debía apresurarse para llegar puntual al trabajo, un trabajo
precario y mal remunerado, así que se vistió en un segundo.
Mientras caminaba hacia la estación de metro, percibió que
algo no encajaba: la gente sonreía. Enseguida y aún intrigada, atajó con
cautela por un solitario callejón. Unos pasos resonaron detrás de ella acompañados de las increpaciones de un indigente. Sin pensarlo dos veces, arrancó
a correr.
Sentada en el vagón respiró aliviada, entonces lo entendió
todo: un pico trasero de su falda estaba pillado dentro de sus braguitas. Se
ruborizó hasta la orejas.
(¿Te has enfrentado alguna vez a una situación en la que te ruborizaras hasta las orejas? Por favor, compártela si no es personal e indecorosa).
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