Su temor se confirmó cuando descubrió la marca de un pinchazo en su brazo izquierdo y se acrecentó unos segundos más tarde, al agarrarse la cara con una mano y sentir el roce de una incipiente barba.
Saltó de la cama, esta
vez las piernas se mantuvieron firmes, dispuesto a buscar una escapatoria a su
presunto cautiverio.
El
túnel estaba cerrado por un muro en uno sus extremos y por el otro, una recia
puerta encastrada en la pared le impedía la salida. Tanto el muro como la
puerta parecían instalados allí recientemente. La poca luz que le llegaba
provenía de unos apliques en el suelo. Registró cada rincón de la celda; en uno
de ellos reposaba un cántaro con agua y debajo de la cama, un orinal limpio.
Ya
no tenía dudas: alguien lo retenía por la fuerza.
ײ ײ ײ
—¿Se ha despertado ya? —preguntó el francés
al entrar en la silenciosa sala.
—Sí, acaba de hacerlo. Está
buscando una salida —contestó el otro hombre que vigilaba los monitores, sin
más compañía que una lata de Coca-cola.
—No tardará en darse cuenta de que
ha sido secuestrado —masculló el francés.
—Ahora grita y da patadas a la
puerta — dijo el otro antes de sorber ruidosamente su refresco.
—Pronto se cansará y entonces, seguiremos
con el plan. ¡Y no bebas como un cerdo! —le recriminó con acritud el primero.
ײ ײ ײ
(Continuará mañana)
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